La poesía baja a la calle
De todas las iniciativas surgidas de los círculos literarios catalanes la más rápida y efectiva fue la de Jacint Verdaguer. Tres semanas más tarde de la catástrofe, el 13 de enero, el poeta presenta el libro en el obispado de Barcelona para que se designara el censor eclesiástico preceptivo. El elegido fue un reconocido intelectual, Josep Torras y Bages, futuro obispo de Vic, que informó favorablemente sobre la publicación el 23 de aquel mismo mes.
En aquellos días, Verdaguer daba la noticia de la próxima publicación del libro a su amigo Jaume Collell a quien además enviaba un poema de la recopilación, para que lo publicara en el semanario que aquél dirigía, La Veu del Montserrat, de Vic, solicitándole, con todo, que no dijera «una palabra del volumen [que] quiero que venga de golpe»: el poeta quería jugar con el efecto sorpresa.
Verdaguer tenía prisa por publicar Caritad y reunió algunos poemas que ya habían sido publicados en la década de 1880 y una veintena de composiciones que todavía eran desconocidas pero en las que estaba trabajando.
EL CIEGO DE ALHAMA
Todo lo ha perdido
el ciego de Alhama:
su huerto tan verde,
su huerto y su casa,
su querido padre,
su madre y su hermana,
su esposa y sus hijos:
su nido y nidada,
y ¡ay! la inteligencia,
ventana del alma.
Traducción de Luis Guarner.